Entrar hasta mi cama y dejar la ropa, sentarme a oír mis paredes blancas, el rechinar del colchón.
Soltar mis hojas sobre el piso y crear una nube de polvo, pensar para mis adentros y hablarle al fantasma del comedor.
No hay hora, no hay música, no hay luz, solo el viento fuerte y la lluvia en la calle, los postes de luz que tenuemente iluminan mi pared.
Aquí no temo equivocarme, sé que soy yo junto con mis errores y solamente sus consecuencias, las consecuencias que merezco y que busco.
La soledad que me abandonó, extraño esos días en que dependía de mi y de mi supervivencia. El tiradero, los platos sucios que solo yo podía solucionar. Las paredes cerrándose y los gritos que nadie podía oír.
Ese estruendo que causaban mis pasos al compás de la obscuridad, mis murmullos acompañados del silencio, las horas que me tomaba bañarme y todo el tiempo que tenia para girar sobre mi cama antes de dormir.
Sentarme un momento, intentar quitar el polvo, doblar la ropa y terminar en la cocina buscando que comer, sufrir por mi pesadez.
Chocar con mis 4 paredes y golpear mi colchón. Patear con rabia mi mochila y salir a caminar, andar por las cuadras bajo las farolas, con la lluvia encima de mí sin importar, al fin, un alma libre flotando por la ciudad.
A ti te extraño, silencio que lastimó mis oídos tanto tiempo, miedo que se quedó hasta la hora de dormir, obscuridad que se quedó en casa conmigo a vivir.
Esa y solo esa es la mejor parte de mí....
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