23 jul 2014

Enésimo discurso de un distraído…


Supongo que hubo días mejores, días de árboles marchitos que crecían bajo la sombra de algunas nubes, cuando los cuervos no volaban por quedarse arrastrando en la hojarasca.

Hubo noches de calabozos, con calaveras y grilletes, con antorchas y ratas en mi celda, un buen día cuando nos vayamos de aquí diré: "ya extrañaba el cargar con mis penas", con los recuerdos nefastos de amores desdichados, un buen día esto terminará y no volveremos más.

Estoy en ti, entre el humo negro de tu mirar, con viento frío meciendo las ramas y aumentando mi dolor. No fuimos más que calaveras, deterioradas y empolvándonos en el suelo terroso de una cueva. 

Dime en dónde estás e iré por ti, caminando con cansancio y moviéndome entre las sombras, entre tu nombre, en las deshoras de lo inoportuno que fui, martillando besos y escalofríos en tu cuello, porque lo que viste no te hizo inmortal, sufriste por dentro y morirás por fuera, morirás donde estoy, porque en esta daga forjada en tu aroma descansan tus manos, descansa tu amor, descansa tú… amor.

12 jul 2014

Delirio


Esa tarde habían pasado el tiempo juntos, como de costumbre él llevaba un cutter en su bolsillo. Ella se encontraba dormida en el asiento trasero del sedán incómodo que les habían asignado para ese servicio, él se encontraba sentado junto a ella, escuchando su suave respiración, miró sus labios callados y esos ojos que lo habían cautivado y que ahora se encontraban cerrados. Se acercó tímidamente con la intención de robarle un beso, de por una sola vez entrar al paraíso que esos labios rojos invitaban a probar, un segundo antes de ese contacto inminente, un golpe certero se le adelantó, su misma mano empuñando firmemente aquella navaja afilada, recorrió el cuello de su amada, de lado a lado, tajantemente, pero eso no la despertó, su sangre brotaba como manantial en cascada, escurriendo por todo su pecho, él la siguió mirando, enamorado de esa piel blanca teñida de rojo, le acarició la frente con una mano y se recostó sobre el asiento, fijó su mirada en el parabrisas, sumergido en su delirio una voz lo incorporó a la realidad. 
— ¿Qué haces?
Volteó sorprendido y la miró allí, sentada junto a él, con esa expresión de desinterés que la caracterizaba.
— Nada, solo que ya es muy tarde ¿por qué no vuelves a dormir?.